(...) Y el alma se me ponía hecha un tesoro, tesoro incomprendido, radiante y dulce que se me de debía trasparentar en los ojos, en el jesto*, en el silencio, porque todos me preguntaban que tenía y por qué callaba, tesoro que yo no rompía nunca jugando, que llevaba dentro de mí con miedo, en un preludio inconsciente de ternura y de armonía.
Por el cristal amarillo - Vida y Época. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
*Forma personal de escribir de J.R.J
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