miércoles, julio 30, 2008

Cosas que me pasan si estoy en un banco


Siempre hago bilis en los bancos y no, no me pagan por eso...me atiende una señora malhumorada que mastica chicle igual o peor que la llama que sale en el comercial de chiclet's adams, (de imaginar con cuantos tipos de clientes tienen que tratar al día...vaya!, no debe ser muy emocionante, y si mastica chicle debe ser para disimular las ganas que tiene por dentro, de masticar a cualquier cliente cuadriculado o no, que se queje o reclame) Tras la ventanilla, mueve velozmente su dedo sin parar, mientras una trata de encontrar aquel papel en ese submundo llamado cartera (donde las chicas por lo general siempre guardamos todo pero a la hora de la nuez no encontramos nada). Detrás tuyo hay una decena de personas esperando su final en la ventanilla...¿Puedes hacer algo por ellos?...claro, sé prudente, apúrate y que los pies te ganen a la hora de haber terminado con la cajera (o) pero no...solo demorarte algo más (es lo que haces), porque no encuentras ese rídiculo papel que realmente no esperabas que aquella señora ( a la que saluda medio mundo y tu no entiendes por qué rayos?) te lo pidiera, entonces, revoleteas todo...suenan las llaves, arrinconas tu celular, te golpeas el dedo meñique con la punta del libro de Mario Benedetti, lo que te propicia hacer un gesto prolongado de hastío y volteas a verlos...es un flash automático, seguido de una secuencia de rostros neuróticos, aburridos, malhumorados, inmutados, hambrientos, resignados, fastidiados...y dices mentalmente -maldita sea! cuando pierdo la paciencia, la pierdo bien!-. Maldigo mi cartera y me pregunto desde cuando me acostumbre a usar una, las 4 o 5 que tengo han sido regalos de mi mamá o de mis tías, además, siempre me rehusé a llevar cualquier tipo de peso que desequilibrara mi cuerpo y limite mis brazos, y no es solo la molestia del peso, como si ya no fuera suficiente tener que cuidarse una misma de cualquier peligro, ahí esta tu frágil cartera que necesita de tu protección ante cualquier payaso que se atreva a averiguar que hay dentro de ella y después...no hay celular, no hay billetera, etc. o simplemente -hasta la vista cartera-. Saco el libro de Mario Benedetti, creyendo ilusamente que entre sus primeras hojas esta el desabrido papel, la señora de la ventanilla ahora ya no solo mueve su dedo velozmente sin parar, sino que ahora hace un ruido creciente con su lapicero, y me dice con esa sonrisa hipócrita de imagen institucional que esta obligada a hacer - señorita mejor que pase la siguiente persona, si? -, me acomodo bien los lentes y la miro como diciéndole - ¿Acaso cree que me importa siquiera un rábano estar aquí? - pero le digo con un recurrente tono de tranquilidad, sacado de mi lado rasonable-tolerante - un momento por favor, ahora mismo encuentro el papel-. No quería llegar al extremo de una chica que no encuentra lo que busca en su cartera...si bien es cierto una vez ví como una chica vaciaba su cartera en plena ventanilla...(y para mi que siempre es difícil aguantarme la risa y peor si es un ataque de esos que uno no entiende) esa vez pude controlarme, cuando inmediatamente me puse en sus zapatos (de taco nueve...no!) . Volví a meter mi mano ciega en la boca de mi escurridiza cartera, solté un suspiro y para ese entonces ya estaba resignándome a que ese papel estaría olvidado sobre mi escritorio o sobre la mesa de mi comedor...Cuando estoy en situaciones que me molestan, siempre busco la manera de que se me pase ( y casi nunca he perdido el control)...no es muy agradable para nadie alcanzar su límite. - Cochino papel, ¿Donde rayos estabas? - le dije al papel...claro, cuando hago ese tipo de preguntas reconozco que enloquecí. Enseguida, saqué el dinero, firmé y escribí mi número de DNI (por cierto, creo que lo escribí mal). Y nuevamente esa sensación de alivio se introdujo en mi y dije en voz baja- Uff por fin - y mentalmente - ¡me largo! - entonces hice lo que comunmente hago cuando salgo de un banco: huir. Subí a la couster, e inmediatamente terminé sentada (definitivamente, fue buena idea no llevar el auto). El banco era el Banco de la Nación, claro, ahora entiendo porque varios clientes se conocian con las personas de ventanilla. Abrí mi cartera (un mal necesario pero felizmente menor), hasta ese entonces en su vida mil veces maldecida...y saqué el libro de Mario Benedetti...¿Qué rayos tiene que ver un libro de poemas en todo este asunto?, me gusta leer y me relaja mucho leer poesía, siempre llevo un libro en mi submundo, (a propósito...he escuchado que la cartera y su contenido dicen mucho de la chica que la lleva...no me he detenido a pensar en eso...pero tal vez de manera general, haya algo de cierto) He leído sus 194 medianas páginas en orden y en aleatorio, pero ahora juego con ellas...quiero decir, que desde hace algún tiempo, tomo el libro, deslizo mis dedos pulgares de arriba hacia abajo por el borde de las páginas cerradas, cuento hasta tres, hasta cuatro o hasta cinco y a veces al revés, a veces mentalmente y a veces susurrando las palabras...y rápidamente lo abro. Finalmente, me encuentro con un poema elegido al azar...o quién sabe, todavía creo que en las casualidades o coincidencias...y leo, me dejo tomar de la mano por el poema y me voy con el, entonces no estoy en una couster, no he renegado en el banco, ¿De que papel estaba hablando?, si yo no he abierto mi cartera.

Vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

*Parte del poema A la izquierda del roble de Mario Benedetti

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