jueves, enero 10, 2008

Para que no se duerman mis sentidos I

El tenedor la carne ha hincado, y esa carne me pareció ser yo. Y ese tenedor, que con esfuerzo he cogido, es como tú. Cuando me siento a la mesa utilizo un tenedor. La cuchara parece agrandar mi boca y es desafortunado para mi madre, que yo ya no suela tomar sopa.
Puedo comer sin utensilios, mi boca lo disfruta y las servilletas más, pero depende del menú, como un jugo de naranja con unas tostadas doradas. Estudié etiqueta social, pero mi padre me dice que los utensilios ya no se dejan en posición de a las 3 sobre el plato. Escuché alguna vez que no debo limpiar los cubiertos con la servilleta antes de comer, porque se supone que estan limpios, pero se "supone" y no me fío de eso.
En verano se me reduce el apetito, no tomo agua y mucho menos agua hervida. El jugo de naranja, de maracuya, de durazno, la chicha morada, la limonada, la inca kola antes que la coca cola y el yogurt conforman mi variada salida.
Comienzo por querer ir a la piscina un sábado, pero termino yendo a la playa un domingo. Decido apagar mi celular durante una semana, me olvido del blog, de las películas que darán en cinecanal y cinemax el fin de semana.
Mi madre sonríe desconfiada cuando le digo que del messenger y de la computadora tomaré distancia, como parte de la tregua con mis desganas.
El recorrido que hay desde mi casa hasta la playa se vuelve existencial. Entro rápido al auto o espero y subo al último, al lado de la ventana siempre me gusta estar.
Ahí es cuando todo se vuelve más relajado, más personalizado. El viento cose no sé que con mis cabellos, bajo más la luna y me aseguro de que mis anteojos no se vayan a volar. El velocímentro casi llega a 90 kilómetros por hora. Me dan ganas de conducir, estar escuchando la canción "come on eileen" y no compararte con un tenedor.
Probablemente, algo similar suceda la semana que viene.
Dejo de escribir, el almuerzo acaba de llegar como nunca a la oficina. Realmente es una sorpresa, sobre todo quien lo trae.

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